6.9.06

Apartheid

Ahora que ya llevo un tiempecito escribiendo aquí, y que más o menos nos conocemos, tengo que confesar algo públicamente. Me cuesta, porque sé que esto puede hacer temblar vuestra opinión sobre mí, que me teníais en un pedestal y ahora me voy a convertir en un ídolo con pies de barro... todo esto lo sé, pero no puedo evitar ser sincera con vosotros y conmigo misma, no puedo soportar más esta carga sobre mis hombros. Bueno, ahí va: soy fumadora.....


No sé si seguirás ahí, posiblemente hayas cerrado esta página ya, para no volver nunca más. Si no es así, gracias por tu apoyo, es lo que necesito en estos momentos de apertura indiscriminada de mi corazón. Una lágrima recorre mis mejillas (perdón, mi mejilla, que es una lágrima sólo) ahora que me he quitado ese peso de encima al compartirlo contigo. Tanto tiempo sufriendo en silencio, tanto tiempo ocultando mi peor vicio, tanto tiempo buscando carteles de "Aquí se puede fumar (tabaco)" en los bares, en los restaurantes, en los "locales de moda" para poder compartir un trocito de mi miseria con tantos como yo... ahora puedo levantar mi barbilla y mirarte a los ojos, porque he reconocido mi condena, mi adicción, mi pecado...
Ayer estuve en un local que, al parecer, tiene más de cien metros cuadrados, y que, también al parecer, cumple la nueva normativa de Sanidad porque cuenta con una especie de muro de plástico, sin puertas, sólo un quicio a modo de arco que separa a los apestados poco inteligentes de los saludables, de los que tienen una inteligencia superior a la media, de los que ¡benditos sean! no fuman. Pues bien, estaba yo consumando mi deseo irreprimible de fumarme un cigarrito, cuando se me acercó uno de aquellos seres superiores (doy gracias al altísimo simplemente porque se dignara a dirigirme la palabra) y me dijo con bastante grosería (algo que entiendo, dada mi condición de deshecho social): "oye, tú, tienes que estar dentro del reservado, no te puedes apoyar en el borde de la puerta" Y yo, que reconozco mi culpa, sólo acerté a responder mientras daba vueltas a mi sombrero de paja en las manos para ocultar mi nerviosismo: "Disculpe, señor, pero es que esto está repleto de gente, y no puedo ponerme en otro lugar" a lo que respondió: "pues te vas a suicidar a otra parte, que yo no tengo por qué tragar tus humos de mierda" (sí, de mierda dijo, de mierda) Compungida, apagué el cigarro en el suelo (porque no había ceniceros cerca), me abroché el botón superior de mi peto vaquero, y me fui a la calle, no sin antes dar las gracias a tan amable ser humano de género masculino que me despidió a su vez con una mirada despreciativa enseñándome después su cogote por todo saludo (no me merecía más, está claro) Cuando salí a la calle, dispuesta a dirigirme a terminar mi jornada recogiendo algodón, me sentí bien porque uno de ellos me hubiera hablado, aunque mi mente enferma aún me atormentaba con preguntas sin sentido: si no había puerta, ¿cómo se controlaba el humo toxiquísimo (este superlativo no sé si existe. Si no es así, deberían inventarlo) que pasaba de una parte a otra del local? Si hay tantos seres apestosos como lo soy yo como parece, ¿por qué hay locales en los que sólo hay dos míseras mesas para fumadores? ¿Por qué el Estado, si ha emprendido esta santa cruzada contra el tabaco, sigue alimentando sus arcas con sus impuestos? ¿Por qué, si hay tantas ganas de acabar con este funesto vicio, no hay ningún tipo de ayuda de la Seguridad Social, como sí la hay para otro tipo de adicciones? ¿Por qué el tabaco es muchisisisisisisisisisisimo peor que otras sustancias? Estas preguntas, por supuesto, las hacía mi mente enferma, que no yo, mientras me dirigía a los campos de algodón cantando una bonita tonada:
Oh, when the saints go marching in
Oh, when the saints go marching in
Lord, how I want to be in that number
When the saints go marching in....

Me puse una ramita de trigo en la boca, para masticar y que se me quitase el "mono", y desaparecí cantando en la lejanía, sintiéndome más pequeña que un escarabajo pelotero, o bicho bola. Entonces decidí confesarme con vosotros, esperando si no vuestro perdón, al menos vuestra comprensión.... gracias eternas por ser benevolentes. Hasta pronto.

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