El otro día entré a la tienda de mi barrio porque mi hija quería un aspito. Los aspitos (para quien no lo sepa) son una especie de gusanitos pero en gordo; mi hija es adicta a los aspitos, y yo, como no quiero verla delinquir para conseguirlos, pues se los compro (el sufrimiento de una madre no tiene límites). Pues bien, entré a esa tienda que hay en todos los barrios, muy pequeñita, dedicada al maravilloso mundo del "ultramarino" y llena de carteles escritos a mano con ofertas de tipo: "Galletas María, 1,50" o "Tomate Apis, 0,90" Mi tendero se llama Pedro, y su mujer Pili (unos nombres que ni pintados para ser tenderos de barrio) A mí, sinceramente, nunca me cayó bien Pedro. No sé, por un lado, no me gusta nada su jeta (esta frase se la tomo prestada a don Santiago Bernabéu, que no es que conociera a mi tendero, pero la decía mucho) y por otro, hace como dos mil años (tendría yo unos doce o trece, así que calcula...) dijo una bonita frase que se me quedó grabada en el disco duro y hasta el día de hoy no se me ha borrado. La frase era tal que así: "mi mujer (Pili) es una mujer como es debido. No sale por ahí ni a fumar ni a golfear ni nada, sólo sale conmigo, porque a ver dónde va a ir si no" repito: "a ver dónde va a ir si no"..... Si lees esta frase, seguramente pienses que yo tenía doce años allá por el Neolítico, pero ya te digo yo que no (además, creo que en aquella época no había tiendas de barrio) esto podría ser más o menos a mediados de los ochenta, así que os podéis ir haciendo a la idea de la clase de persona que es mi tendero... Por supuesto, yo no suelo comprar allí, pero aquel día el síndrome de abstinencia de mi hija me hizo parar y entrar (hay que vivir un "mono" de aspito para saber lo que es) y casualmente, en la tienda había un señor negro. No vendiendo, no, que allí estaba Pedro, claro, sino esperando para comprar. Ya me llamó la atención que le mirase demasiado (Pedro al señor negro) sobre todo a las manos, seguramente por si se llevaba algo, pero en principio no le dí demasiada importancia. Cuando le tocó, pidió una barra de pan. Pedro, aunque tenía pan al lado, se fue a la trastienda a buscarla y se la dió al señor negro en la mano, así, sin bolsa ni ná ni ná. El señor negro (perdón por llamarle todo el rato así, pero es que no le pregunté el nombre) le dijo en un español bastante regulero, que le diera una bolsa, y Pedro se la dio, mascullando que las bolsas valían dinero y no estaban las cosas como para malgastar. Entonces, al señor negro se le encendió una lucecita y se dió la siguiente conversación:
SEÑOR NEGRO: ¿Por qué no me das el pan de ahí?
PEDRO: Pero si es igual
S.N.: Vale, pues entonces cámbiamelo. Lo quiero de ahí.
Pedro le miró mal, pero se lo cambió. El señor negro pagó y se fue. Y aquí es donde entro yo a todo esto. Se vuelve mi tendero y me dice:
P:¿Has visto que humos traen estos?
YO: ¿Qué? (así, como despistada)
P: Estos negros, que se creen que vienen a que les sirvamos.
Y: No, creo que se ha creido que el pan que le dabas no era bueno.
P: Hombre, pues era descongelado, pero de ayer,no de hace un mes.
Y: ¿Y por qué no le has dado el de hoy?
P: Pero si no saben ni lo que es el pan, como van a distinguir.
Y: Pues este parece que sí
P: Lo que yo te digo, que vienen con humos, y al final va a haber que echarlos a patadas.
Y: Eso, como a los judíos y a los moros...
P: Esto no se lo puedes decir a todo el mundo, porque te tachan de racista
Y: Valiente tontería
P: Claro, yo no soy racista, pero no me gusta que vengan aquí como si fueran alguien
Y: En eso tienes razón, ya les vale creerse alguien
P: ¿Lo ves? si es que todos pensamos igual, y el zapatitos nos va a joder
Y: Vivos
P: ¿Qué?
Y: Que nos va a joder vivos, dame un aspito, anda, que se me revoluciona la niña
P: ¡Qué guapa está tu niña! Para ser china, es monísima
Y: Sí que es verdad, y tú para ser español, mira que eres feo
P: Ja, ja, ja, qué gracia tienes
Y: Pues sí, ala, adiós
P: Adiós, maja
Salí de la tienda con un estado de ánimo calentito, calentito, que se llama. Si hubiera sido violenta, Pedro ya no tendría tienda, pero no lo soy. Le dije a Nadia: júrame que no vendrás nunca aquí ni a comprar aspitos ni a comprar nada. La niña le metió un bocado al aspito y me miró fijamente, entonces me dijo: "atachaopamama" (o algo así) Me quedé mucho más tranquila...
2 comentarios:
Rosa, cuando yo era peque, un vecino mío q. e. p. d. estaba un día dando una somanta de hostias a su santa en plena calle. Claro que yo soy ya muy mayor y entonces esto debía de ser más corriente. El caso es que mi padre salió como un caballero a defenderla, y fue ella misma la que le espetó: "Y tú, ¿a qué te metes? Es mi hombre, y si me pega, algo habré hecho. Me lo ha recordado tu historia del negro y el tendero. Un besote. (Soy Chema, Anaconda, de la Resad)
Tuviste demasiado aguante, francamente.
Yo, en tu situación... bueno, pues más o menos así:
El episodio de "Señor Negro", en fin, me hubiera suscitado más lástima que otra cosa, por el hecho de que persistan personas con esta mentalidad y menos luces que un barco pirata.
Pero en el mismo instante en que considera inferior a mi hija por el hecho de su procedencia, el que procede soy yo, y de la siguiente forma: para ahorrar a mi vástaga tan poco constructivo episodio, vendo sus ojos y le tapo los oídos, para acto seguido empujar al tendero contra una pared e introducirle el pan por donde amargan los pepinos, concluyendo por preguntarle "¡Qué! ¿A que no es del día?".
Pero como esto no conduce a nada, concluyo mi extenso comment con una reflexión. Y es que espero que todas estas new generations tan jóvenes y plagadas de ideas del partido de la oposición, encabezadas por la tal Soraya Sáenz, traigan realmente ideas más acordes al mundo actual que sus correligionarios que, cuando en el Congreso, el gobierno de Aznar (ergo, su propio partido) trataba de esbozar las primeras medidas contra violencia de género, ellos se de dedicaban a emplear sus portátiles para ver pornografía.
Era cierto, escribir las cosas no te quita el cabreo.
Álex Muñoz Carrasco
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