26.6.06

El dóping

Hace unos.... 70 años (hay que ver cómo pasa el tiempo) mi abuelo, un señor alto y delgado, castellano de pro, cogía su bicicleta de hierro (que debía pesar un quintal) y se iba a recorrer los montes dando pedales, que también hay que tener gusto y ganas, que diría mi madre, aunque en las aficiones de cada uno yo no me voy a meter, por supuesto. Cuando empezó la vuelta ciclista, allá por el año 35, unos cuantos locos se subían en esos cacharros y pedaleaban más de 250 kilómetros, con algunas paraditas acordadas para tomar un cafelín, fumarse un cigarrito o incluso comerse un plato de lentejas que ya les tenían preparado en el bar que les pillaba de paso. Esta historia más o menos la sabe todo el mundo, pero lo que la gente no sabe es que estos ciclistas se dopaban. Sí, siento sacaros de vuestra feliz ignorancia así, de golpe, pero creo que debo hacerlo para que no os llevéis a engaño. Estos ciclistas tomaban una sustancia preparada por el gran experto en sustancias de la época, un alquimista que conseguía que el rendimiento de estos supuestos "héroes" mejorase en las tremendas y exigentes etapas. Sí, amigos míos, esta es la pura realidad, y no se puede cerrar los ojos a ella. El alquimista respondía al nombre de Perico Chicote, y la sustancia era un cocktail preparado compuesto por Grand Marnier cordón rojo, media copa de ginebra inglesa y media de vermouth italiano, Curaçao naranja y Orange Bitters. Así eran las cosas. Y menos mal que por aquí no pasa demasiada gente, así que no creo que se monte ningún escándalo, pero esto podría hacer temblar los cimientos del mundo ciclista. Pues sí, siento decíroslo, ya los ciclistas eran aficionados al doping antes de ahora.... qué mal rollo, ¿no? Pues así están las cosas... Así que Manolo (Sáinz, o sea, el gordo) no te hagas mala sangre (anda, que sin darme cuenta mira qué gracieta me ha salido) que esto es antiguo. Además, ¿qué mas da lo que se meta cada uno "pal" cuerpo? ¿qué mas da que hayan muerto unos cuantos ciclistas, y lo que nos queda? Lo importante es ganar una etapa, o vestirse de amarillo, o de rosa (que ya les vale a los italianos, por cierto) o ser campeones del mundo, u olímpicos, o lo que sea. Todo sea por el pódio, hombre, que lo del dopaje es algo antiguo y las cosas evolucionan, y si hay que meterse nandrolona, o metadona, o cosas de esas, pues lo mismo que los cócteles de Chicote, ¿o no?... Mi abuelo, con dichos cócteles en el cuerpo, vivió 81 años. Vosotros, ciclistas de la actualidad, no creo que lleguéis a tanto, pero... ¿qué más da? Es mucho mejor vivir 30 añitos, pero con un maillot amarillo que podréis dejar en herencia a vuestros hijos de corta edad y siempre mirarán con orgullo, por supuesto no recordarán vuestras caras, pero leche, ¡para eso están las fotos con modelos a los lados de todas las carreras! y tendrán por padre un bonito maillot colgado del salón.... Yo os entiendo, porque ya en el Renacimiento lo importante era la fama, y vosotros no sois pobres garrulos a los que todo el mundo toma el pelo, como la mayoría de la gente piensa, sois humanistas hechos y derechos, que sabéis aquello de "por vuestros hechos os conocerán" y os aplicáis. A mí, personalmente, me parece muy bien que os enfadéis cuando salen noticias de estas en los periódicos y os vayáis a vuestras casas, porque eso demuestra que estáis con los pobrecillos médicos y directores de equipo que velan por vuestra gloria futura, que lo único que quieren es que se escriban vuestros nombres con letras doradas en el Tour, o en la Vuelta, o en el Giro. Ellos sí que saben de verdad qué es lo que os conviene, y vosotros sí que sabéis de verdad qué es lo bueno para vuestras familias: que les señalen por la calle con el dedo y les digan: "mira, ahí va el hijo de fulanito, que murió joven, pero oye, fue campeón del Tour, qué orgulloso debe estar de su difunto padre" Esos médicos, esos directores, deberían tener un momumento en una plaza, y no una plaza en la cárcel, que esta sociedad va fatal si seguimos denostando a quienes tan bien cuidan de la fama de nuestros deportistas.... Qué poco os entienden. Mi abuelo sí que os habría comprendido, eso fijo.

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