Como dice el subtítulo, os encontráis ante una "Segunda época", que no sé si durará o no, si será posible o no, pero yo lo intentaré.
Y para empezar, el #14N, día de huelga general, retomo un artículo de hace casi un año, porque creo que después de escuchar lo que estamos escuchando sobre el mundo de la cultura, el teatro y los actores, es necesario que muchos, que no conocéis esta maravillosa profesión, vayáis apuntando, para que no se os olvide...
Como teatrera, como profesional, y como alguien que ve que le quitan el pan poco a poco, igual que en otros oficios, aquí os dejo mi reflexión. Masticadla un poco antes de escupirla, y me contáis.
Espero que esta segunda época sea más fructífera que la primera. Yo lo intento...
No tenéis ni idea (con todo mi respeto): por mis compañeros teatreros
Después de leer este artículo en Público, pero sobre todo después de leer los comentarios de los lectores, tengo el cabreo subido, no lo puedo evitar. Como hay gente en mi FB que no conoce “por dentro” el mundo del teatro, me he dado cuenta de que es posible que algunos también piensen así, así que he decidido escribir esta nota para que les quede claro cómo funciona esto:
Llevar adelante un montaje teatral es difícil. Muy difícil. A veces, es casi una heroicidad. En la mayoría de los casos, no tenemos subvenciones. En la mayoría de los casos, tenemos que trabajar en otras cosas, porque si no, no es que no lleguemos a fin de mes, es que no llegamos ni al día diez, lo que hace que nuestras jornadas laborales “normales”, incluyendo ensayos, sean de diez, doce, catorce horas (por supuesto, sin cobrar estas horas extra) Si ya tenemos una familia, no es que seamos titiriteros, es que somos malabaristas, porque tenemos que conseguir “engañar” a la familia y los amigos para que nos echen un cable, al menos en épocas de ensayo, o contar con una pareja que no tenga nada que ver con este mundo y nos apoye al cien por cien, y que acepte que trabajas sin cobrar habitualmente.
Y ya has ensayado, y tienes un espectáculo en el que crees, y entonces te dedicas a intentar vender el producto, y hablas con cien, quinientos, mil, dos mil programadores. Por supuesto, las llamadas las pagas tú, como todo lo que has hecho hasta ahora. Y entonces: ¡oh, milagro! Te llaman de unos cuantos sitios: ¡te han programado!. Saltas, bailas, te tomas unas cañas a la salud de todo el equipo y te sientes Sarah Bernardt, Peter Brook y Margarita Xirgu, todo a la vez… Se acercan las fechas. Hablas con tu jefe en ese otro trabajo que no te gusta para pedir esos días que, por supuesto, quitas de tus vacaciones, pero como estás exultante, piensas: “no pasa nada, ahora cuando gane el Max, ya no tendré que preocuparme de estas tonterías. Incluso es posible que no llegue a las vacaciones en esta empresa”
Y llega el día de la primera función. Como no tienes dinero, decides hacer los trescientos kilómetros que te separan del pueblo en cuestión por la mañana. Quedas con el equipo a las 5 de la mañana, y allí que vais, muertos de sueño, pero cantando, felices, seguro de que esta sí, esta de verdad es la definitiva, lo que os catapultará al éxito finalmente. No al gran éxito que vosotros pensáis, no, simplemente al éxito de poder vivir de tu trabajo… qué triste, ¿no?
Llegas a las 8 de la mañana al teatro del pueblo. Por supuesto, los medios son reducidos, y el técnico que tiene que abrirte el teatro no llega hasta las diez, porque nadie le ha dicho que llegábais tan pronto… No pasa nada, habrá que correr un poco más, pero todo bien. Cuando entráis, faltan filtros, faltan focos, falta de todo. No hay espacio, hay que cambiar entradas y salidas de los personajes. Hay sólo un camerino, pequeño y medianamente limpio. No pasa nada. La venta de entradas, que es lo importante, va muy bien, y parece que va a ser un lleno total… y tú eres feliz.
Después de un largo día de trabajo agotador, con montaje de luces, sonido, escenografía, pase técnico, ensayo (esto para los que pensáis que el teatro es subirse a un escenario y ya: primero es subir y bajar de una escalera, clavar, cargar, levantar peso… en fin, un trabajito) Llega la función. Estás agotada, pero no pasa nada, porque tienes energía para dar y regalar. Se han vendido todas las entradas. El teatro está lleno. Comienza la función y la gente responde bien: se ríen cuando se tienen que reír, lloran cuando tienen que llorar… (esto no es siempre así, otras veces el público está “pintado” y entonces no reaccionan. Y no depende de que la obra sea buena o mala, la misma obra en dos pueblos puede dar reacciones diferentes. Es un misterio) Al final, aplauden mucho y tenéis que salir a saludar tres veces. Maravilloso. El público se va, pero antes, algunos se pasan por los camerinos para decirte lo estupendos que sois (esta es la mejor parte, la verdad, esa que alimenta el ego…)
Toca desmontar. Es más fácil que montar, pero es un trabajito también: escalera, clavar, cargar, llenar la furgoneta… ¿Vamos a cenar algo? Sí, pero rapidito, que hay que volver, y son los mismos trescientos kilómetros, que no hay dinero para hotel… Un bocata y ya, que no hay dinero. A las once de la noche, rumbo a casa otra vez, donde llegas a las tres de la mañana y caes como un saco en la cama para levantarte a las siete al día siguiente e ir a tu otro trabajo, ese que pronto vas a dejar dado el éxito obtenido…
Y así, igual, con los otros diez “bolos” que te han salido. Todo preparando la entrada “triunfal” en Madrid, donde vas a estar un mes en una Sala Alternativa…. Lo bueno es que aquí no hay furgoneta ni viajes: tienes la escenografía compartiendo espacio con otras dos compañías, o tres, o cuatro, y vas montando y desmontando cada día… Lo malo, es que es mucho menos “rentable” En principio, en la sala alternativa vas a cobrar el 50% de la taquilla, que es 12€ por entrada. Pero claro, para que venga más gente, hay ofertas: Atrapalo, etc… que hacen que al espectador, la entrada le salga por 6€ y que yo gane, en vez de 6€ por persona, sólo 3€. Si la sala tiene ciento cincuenta butacas, y en el caso prácticamente imposible de llenar todos los días, echa cuentas y divide entre cinco que somos en el equipo (cuatro actores y un técnico, lo indispensable, vaya) y calcula lo que ganamos por día. En el caso (normal) de tener la sala a la mitad, imagínate… pero es Madrid, y tienes que estar, porque así te conocen, y unido al éxito en “provincias” pues todos se rendirán a tus pies, y llegarás a conseguir tu sueño (que no se nos olvide que es vivir de tu trabajo, ni más ni menos) Pero no pasa nada, porque los otros diez bolos están bien pagados. Has firmado otros tantos contratos, uno por ayuntamiento, que harán que cobres no una pasta, pero algo así como lo que marca el Convenio Colectivo, y la Unión de Actores… así que sigues siendo feliz.
Te han dicho que te pagarán en dos o tres meses, así que todo el dinero (gasolina, comidas, incluso a veces el sueldo del técnico) lo has adelantado. Por supuesto, has pedido préstamos a toda tu familia: “no os preocupéis, que en dos o, como mucho tres meses, os lo devuelvo….
Y pasan dos meses. Y tres. Y cinco. Y un año…. Y de los diez bolos, te han pagado uno. ¡SÓLO UNO! De las entradas que vendieron en su día, ni rastro. Algún programador dice: “es que ese dinero se lo queda el Ayuntamiento para cubrir otras partidas”. Por supuesto, discutes con parte de tu familia, y pides un préstamo para pagarles el dinero que te dejaron, porque lo necesitan, claro. Los intereses de un año sin cobrar, tampoco te los paga nadie… En algunos Ayuntamientos, te pagan al año y medio, en otros, a los dos años. En otros, nunca…
Esta es la triste realidad: has ganado 50€ los días que actuaste en Madrid, y has gastado unos 3000€ a grosso modo en viajes y dietas. No has ganado el Max, aunque a toda la gente que vino a ver el espectáculo, le encantó… Sigues en tu trabajo de mierda, con tu jefe de mierda y ya no tienes vacaciones, porque las has gastado todas en esto. A la mierda tu formación de años en una Escuela de Arte Dramático. A la mierda los desvelos y los sueños de poder vivir de tu trabajo (patético). Esta es mi profesión, amigos, a la que quiero tanto como a mi misma, pero es lo que hay…
Y encima tienes que leer a estúpidos que dicen que “por fin van a trabajar los actores” o “que se jodan, con lo bien que han vivido hasta ahora” o “ahora que no cobran, ahora se quejan. Pero antes, a los parados que les dieran por ahí mientras ellos jugaban a ser Peter Pan o Bernarda Alba. Que morro…” Pues no, amiguitos, esto no es un juego, esto es un trabajo. Y duro, por cierto. Sin fiestas, vacaciones ni fines de semana. Y para que tú, amigo, disfrutes, o te evadas…Un trabajo que también da de comer a muchas familias, muchas, y no sólo de actores: de dramaturgos, de directores, técnicos, maquinistas, personal de sala, taquilleros, etc, etc… ¿Qué pasa, que ellos no merecen tener trabajo? ¿Que sólo importa el tuyo, listillo? Perdón, pero me enciendo…
No quiero subvenciones. Asumo que el país no está para darlas. De todas formas, nunca las he tenido, así que todo igual. Sólo quiero QUE ME PAGUEN POR MI TRABAJO. Creo que igual que tú: albañil, abogado, carpintero, camionero, electricista, mecánico, profesor…. Supongo que esto es fácil de entender. No voy a hablar del valor de la cultura en general en una sociedad, y del teatro en particular, porque eso sería eterno, y a cada uno le duele lo suyo.
Espero que YA lo hayas entendido. Si no lo entiendes, entonces tienes un problema. Muy grave, por cierto. Míratelo….
Espero que esta carta llegue a gente que sabe lo que hay, pero sobre todo a todos aquellos que no tienen ni idea, o que tienen una idea muy equivocada, y que la cambien. Pero no tengo mucha esperanza, la verdad.
Ánimo a todos mis compañeros. ¡¡Sois unos héroes!!
Diciembre, 2011
PD. Hoy, les dedico este artículo a los compañeros encerrados en el Teatro Español, por todos. Gracias!!
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